"El papel de los profesores está siendo objeto de una atención central por parte de
los estudios y planteamientos pedagógicos actuales. ESTEVE y otros (1995) estiman que
una de las razones fundamentales del "malestar de los profesores" radica en el desajuste
que se produce entre una formación inicial sobrecargada de idealismo y una realidad social
y escolar cambiante que hace imposible la realización de esos ideales y frustrante el seguir
aspirando a ellos. Por eso mismo estos autores abogan por "la sustitución de los enfoques
normativos por enfoques descriptivos en la formación inicial del profesorado" (p. 50).
Existe una cierta desmoralización de los educadores en general y de los profesores
en particular: falta autoridad reconocida y apoyada, falta cohesión de todas las instancias
que intervienen en los procesos formativos y de enseñanza, falta estabilidad suficiente del
marco general en el que se desarrolla la enseñanza de los equipos docentes y de los
mismos programas y proyectos docentes. Las reformas, incluso siendo buenas en sus
planteamientos, generan desconcierto e inseguridad en la mayoría del personal docente
encargado de llevarlas a cabo.
Es frecuente que cada vez que se cuestiona el sistema educativo se reclame como
solución, o al menos como condición indispensable y prioritaria, un aumento de las
dotaciones económicas; puede ser que ahí radiquen algunas carencias, pero pienso que más aún que de mayores recursos económicos la profesión docente está necesitada de
motivación, de aliciente, de un horizonte compartido, y sobrada de retórica pedagógica.
Sin negar la realidad y las dificultades que esa realidad cambiante y compleja
plantea a las tareas de los profesores en forma de exigencias desmedidas, con frecuencia
incompatibles unas con otras, no considero que la solución tenga que consistir en
abandonar los planteamientos normativos. Tanto en la formación inicial como en el
desarrollo ulterior de la formación permanente y del ejercicio profesional hay que prestar
una atención primordial al componente ético del ejercicio profesional. En otros escritos he
abogado por el realismo moral y por la mediación pragmática de los planteamientos éticos.
No es éste el lugar de repetir lo allí escrito ni de someter a consideración pormenorizada los
obstáculos que pone la compleja y cambiante realidad a quien pretende ejercer éticamente
la profesión docente. Aquí se trata de abrir el horizonte de la dimensión ética y avivar los
resortes que ella pone en funcionamiento... Las dificultades ya vendrán y habrá que
afrontarlas.
La ética profesional de los profesores y maestros puede ser un punto central desde
el que recuperar o reforzar por un lado la autoestima personal y colectiva de los
profesionales, la calidad profesional y humana de lo que hacen y la estima social del
servicio que prestan o intentan prestar a la sociedad.
Cuando abordamos el tema de la relación entre profesión y vocación, no
pretendemos embarcarnos en un lirismo sentimental que emplea un lenguaje
pseudoreligioso. Se trata de poner en el centro de nuestra atención cómo se implica la
persona en la profesión y cómo la profesión configura a la persona que la ejerce
responsablemente. No sólo desarrollamos tales o cuales actividades docentes, sino somos
profesores, somos maestros. No es posible disociar la clase de persona de la clase de
profesionales que somos: no es posible ser persona buena ni buen ciudadano si no se es,
además de buen amigo, buen padre, buen hijo o buen vecino, buen profesional; en el caso
que nos ocupa caso buen docente y docente bueno. A su vez, para ser buen profesor o
buen maestro hace falta algo más que calidades pedagógicas, hace falta una cierta
ejemplaridad de vida.
Somos hijos de nuestros actos; dime cómo actúas y te diré quién eres. Es verdad
que el trabajo profesional puede (y a veces suele) vivirse como mero "medio de vida", como
"puesto de trabajo" del que lo único importante es el sueldo que se cobra a fin de mes.
Otros viven la profesión como "carrera", como fuente de status social que se desarrolla en
un itinerario ascendente a lo largo de la propia trayectoria profesional. Cuando sólo se viven
estas dimensiones, el trabajo profesional es bastante periférico al núcleo de la persona que
ejerce la profesión. Pero la profesión puede, además, ser vivida como vocación; en ese caso
el trabajo profesional es una parte importante, central, de nuestras vidas; somos
profesionales, somos maestros, somos profesores.
El trabajo profesional presta una importante contribución a la configuración de la
identidad del que lo ejerce. Ninguno de nosotros puede decir quién es sin decir, entre otras
cosas, en qué trabaja y, si entra un poco más en materia, hasta qué punto se implica o no
se implica en su trabajo. La profesión docente es vivida como vocación cuando se vive
como importante para la persona que la vive; ella se juega su propio ser en su trabajo.
Existen, por supuesto, actitudes diferentes (unos se implican más y otros menos),
existen profesiones diferentes y aun posiciones diferentes dentro de una misma profesión
(unas demandan mayor implicación personal y otras menos), existen también
circunstancias personales y profesionales múltiples y cambiantes (unas favorecen más la
implicación personal y otras constituyen un verdadero obstáculo para la implicación
personal). No es retrayendo la implicación personal, abriendo un abismo entre lo que
hacemos en el trabajo y lo que somos en privado como se resuelve la cuestión (ni la
cuestión de la profesión ni la cuestión de la identidad, ni la cuestión de la intersección entre
esas dos cuestiones). Sin negar que haya posibilidad y aun necesidad de mantener una
cierta distancia (nunca somos del todo y exclusivamente lo que hacemos, también somos
alguien distinto, como queda patente en la otra expresión complementaria: "tenemos una
profesión") entre nuestra identidad y nuestras ocupaciones. Sin negar que hay que ser
cautos y no quemarse en empeños imposibles, hay que saber que en principio no es
posible ser buenas personas si no se ejerce bien, competente y honestamente, la profesión
que se tiene, el profesional que se es."
Augusto Hortal Alonso
Universidad Pontificia Comillas
Madrid
La profesión docente es totalmente vocacional, quien este en ella sin vocación no tiene sentido. Hay que dedicar la vida haciendo lo que te gusta realmente y nosotras tendremos esa suerte.
ResponderEliminar¡Totalmente de acuerdo contigo!
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